Las cosas que mi abuelita me enseñó

Las cosas que mi abuelita me enseñó, que no quiero olvidar y poder trasmitir a quienes vienen después de mi.

martes, 26 de enero de 2016

Los dones de la maternidad




Hace algunos años me crucé con un artículo que hablaba sobre las lecciones aprendidas como resultado de la infertilidad. Creo, en lo personal, que es una gran maestra. Y la que llamó más mi atención fue sobre la forma en que aún sin tener hijos puede desarrollarse el don de la maternidad. En aquel entonces me preguntaba ¿cómo puede la infertilidad enseñarte a desarrollar los dones de la maternidad? Y creo que empiezo a entenderlo.
Estos más de 5 años me han dado oportunidades de desarrollar dones, que al igual que una madre que educa a sus hijos, mi esposo y yo somos enseñados por el hecho de no poder tenerlos.

El don del amor desinteresado. Los niños en últimos años han formado parte constante de mi vida. Y he descubierto que es tan fácil hablar con ellos, debido al amor desinteresado que ellos pueden desarrollar por aquellos que tienen tiempo para ellos. El amar sin reserva parece difícil conforme avanzamos por la jornada de la vida, heridos por malas intenciones de personas, al grado que perdemos la capacidad de amar desinteresadamente aun a quien no conocemos. El estar cerca de los niños, me recuerda que debo ser mas caritativa y amar a mis semejantes.

El don de la paciencia. Los niños son tan pacientes con nuestros defectos, al grado que nos recuerdan constantemente como ser felices con las cosas más simples de la vida. Además, el esperar por resultados, cuando uno hace lo que está de su parte sin ver llegar la bendición prometida  es una de las mejores formas en que Dios nos enseña paciencia. Así como una madre debe ser paciente a que su hijo aprenda a caminar, a que hable para indicar sus necesidades, Dios nos enseña a poder entender el porque ciertas cosas no nos son dadas en el momento que creemos es el indicado para nosotros.

El don del asombro. Algo que me han enseñado los niños es que siempre debemos conservar nuestra capacidad de asombro. Pienso que esta capacidad está directamente relacionado a nuestro grado de felicidad. Me asombro cuando aprenden a pronunciar palabras nuevas, me asombro con la visión que tienen de la vida, me asombro que el Señor me esté dando tantas bendiciones al tener personas maravillosas alrededor que me permiten vivir con ellos y sus familias lo maravilloso de la infancia y de aprender a crecer.

El don de la gratitud. He aprendido a agradecer por cada cosa que puedo experimentar en mi vida. He aprendido tanto de mujeres maravillosas en mis visitas repetidas al hospital, he aprendido lecciones invaluables de fortaleza y entereza estando internada en el hospital y estoy tan agradecida por esas experiencias. Siento que de no pasar por esta condición, jamás habría sentido tanta gratitud por poner correr, sentarme, comer, cosas que parecen tan sencillas, pero que en ocasiones damos por sentadas y no valoramos todo lo que nuestro cuerpo perfecto debe realizar cuando funciona correctamente.

El don de la amistad. Es verdad que en los momentos más difíciles es donde las verdaderas amistades son probadas. Tengo la fortuna de contar con verdaderas amigas, que como yo, pasamos por situaciones semejantes. A veces sólo lloramos juntas, a veces gritamos nuestra inconformidad y compartimos nuestras lecciones aprendidas. Tengo amigas y amigos que son padres y que jamás me señalan, me cuestionan o tratan de "solucionar" mis problemas. Más bien, me permiten aprender de sus hijos y me sostienen con su fe y a veces solo callan y me prestan sus hombros para llorar. He adquirido además la amistad de varios pequeños que me enseñan tanto! Que juegan conmigo y secan mis lágrimas. Amigos que me platican sus aventuras en la escuela, que incluso al platicar conmigo, me llaman maestra o mamá y yo lo veo como una muestra clara de la confianza y el amor sincero que me tienen, porque son mis amigos.
Pero la amistad que más he aprendido a valorar es la de mi esposo. Definitivamente no podría pasar por estas circunstancias sin su amorosa bondad. Él es mi mejor amigo, me deja llorar en sus brazos, me da ánimos, me deja verlo llorar. Mis esposo siempre fue mi amigo, pero estos años de pasar por esta prueba juntos, ha ayudado a que nuestra amistad se forje y nuestro amor sea fortalecido, como un árbol cuyas raíces se hacen más y más profundas, antes de que puedan dar fruto.

El don de la prudencia. Yo veo a las madres que educan a sus hijos con amor y siempre me pregunto :¿cómo lo hacen?, reciben tantos consejos de familia, amigos, medio mundo que les da los mejores consejos para criarlos. He aprendido en este tiempo que incluso cuando no se tienen hijos, el mundo entero quiere decirnos cómo sobrellevar la infertilidad: con que médico ir, qué remedio probar, etc. En ocasiones he querido golpear (si golpear) a uno que otro con comentarios hirientes, pero he aprendido de aquellas madres prudentes que puedo escuchar, callar, pero al fin de cuentas como sobrellevo mi incapacidad para tener hijos, es un asunto mío y de mi esposo, tal como la educación de un niño es asunto de los padres solamente.

Hay muchísimos más dones que he aprendido a desarrollar y muchos que se que aún debo de aprender. Pero sea madre en esta vida o no, estos dones de la maternidad ahora forman parte de mí y me ayudan a ser una mejor persona, una mejor mujer, mejor esposa, mejor hija, mejor nieta.
Incluso uno de los últimos consejos que mi abuelita me dio, estando ya enfermita, fue ese, que dejara de preocuparme por tener hijos, que ellos llegarían o tal vez no, pero yo debo de seguir progresando.
Ha sido y sigue siendo una jornada llena de muchas emociones, mucho aprendizaje y mucha sabiduría implicada en el proceso. Pero sea que tenga descendencia a quien hablarle sobre mi asombrosa abuelita o no, tengo tantos niños en mi vida a quienes inspirar y de quienes aprender que me siento tan afortunada de desarrollar los dones de la maternidad en este tiempo de mi vida.

2 comentarios:

  1. Btsy, sabes... aunque yo tampoco soy mamá (y como comentaba en algún lugar en facebook, presiento que moriré joven y sin serlo) soy maestra, y tienes toda la razón Los niños nos enseñan más cosas de las que podemos enseñarles nosotros a ellos. Amor, perdón, confianza, paciencia, alegría, asombro, imaginación sin medida. También nos ponen a prueba, si, a prueba! Nos hacen llorar, reir, enojarnos, susurrar, gritar (bueno yo les digo a ellos que no grito sino que levanto la voz), regañar (aunque también les digo a ellos que yo no regaño sólo llamo la atención), ver las cosas con otra perspectiva y desde otro nivel (pues indudablemente debemos verles a los ojos cuando nos hablan y para eso hay que inclinarnos). Muchos de ellos implican grandes retos y enormes satisfacciones...debo admitir que en ocasiones también te hacen pensar "por algo Dios no me ha dado hijos" y por momentos también te hace anhelarlos. Sin embargo, gracias a que he convivido con niños durante estos ya casi 10 años como maestra de preescolar, no me cabe lugar a dudas que si nunca llego a ser mamá, lo habré sido (de manera indirecta) para los muchos niños que han pasado por mi salón, muchos de los cuales aún me visitan y recuerdan con cariño.
    Habré sido una "miss-mamá" que ha abrazado, consolado, exhortado, enseñado, fortalecido y que ha recibido lo mismo a cambio, pues aún sin haber tenido (aún, pues uno nunca sabe) la fortuna de ser mamá, he desarrollado los dones inherentes a la maternidad. Y los sigo puliendo, perfeccionando, quien sabe, quizá para cuando llego el momento.

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  2. Tienes toda la razón Moni, al menos en nuestras labores profesionales tenemos la dicha de ser parte e influenciar la vida de muchos niños. Por ejemplo, hoy llegando a la capilla llegaron unos pequeños y me saludaron, en especial mi amiguita de 3 años y sentir su amor e interés sincero, hace de mis domingos días llenos de dicha por verlos y jugar con ellos. Definitivamente somos bendecidas por tener niños a nuestro alrededor y disfrutar de ellos.

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